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Lluvia, frío y música por doquier.
La bandas sonaban fantástico y la lluvia sólo le daba un cierto ambiente a sus interpretaciones que sólo se conjugaba con el entusiasmo de los seguidores de las mismas. Gritando de emoción al escuchar que seguían quiénes iban a ver y por quien soportaban tener el cuerpo húmedo y frío. Coreando las rolas que se sabían. Aplaudiendo entusiasmados. Brincando y bailando cuando era necesario. Así es cómo se evita resfriarse a diferencia del reportero en cuestión que amaneció todo malo.
¿Valió la pena sufrir lo que se haya
podido sufrir el sábado por la tarde y noche? Pues, claro. Yo digo que se debe
apreciar que se puede disfrutar de un gran evento como este, con tantos géneros
en su haber, de manera gratuita. Convertirnos en una masa que podía escuchar
cada nota desde el primer hasta el último escenario y que simplemente nos
definíamos por no perecer ante las adversidades y mantenernos “con vida“ hasta
quedarnos satisfechos.